El griego con nombre impronunciable que echó raíces en Toledo es homenajeado por su tierra adoptiva cuatrocientos años después de su muerte. Doménikos Theotokópoulos falleció el 7 de abril de 1614 y, como en el caso de tantos otros genios, su fama llegó en forma de laurel honorífico cuando ya no lo pudo disfrutar. Tal es la consideración que le tienen, que la antigua capital manchega ha bautizado 2014 como "El año del Greco".
Aunque nació en la paradisaca isla de Creta, Italia fue el testigo más cercano del crecimiento artístico del joven Doménico. Su tierra natal le colgó de inmediato la etiqueta de "maestro", lo que le permitió aprender de genios como Tiziano. Después de su paso por Roma fue dejando migas de pan por toda la geografía italiana, desde Florencia hasta Verona, pasando por Padua o Parma. Italia fue su patio de recreo hasta que descubrió los encantos -y las mujeres- de Toledo. Las personalidades de la época le definían como peculiar y paradójico, pero para paradójico el trato que recibió este artista en su época de esplendor.
Pese a que fue recibido con todo tipo de honores por monarcas, cardenales y eminencias del mundo de las artes, no le faltaron disputas. Su inclinación por el abuso colorista y sus comentarios sobre Miguel Ángel, de quien dijo que era "un buen hombre que no sabía pintar", no favorecieron su promoción. Su carácter y su larga lengua iban por el camino opuesto a su ingenio, que cada vez ganaba más adeptos. Sin embargo, no los suficientes para acallar las habladurías. Le admiraban, pero no le soportaban.
Espoleado por su necesidad de cambio de aires, el pintor llegó a España atraído por el olor de la riqueza. Era sabido que el monarca más poderoso del mundo, Felipe II, estaba implicadísimo en la decoración de su monumental monasterio del Escorial. Pero, pese a su currículum y estilo, Domenico no consiguió entrar en el clan escurialense.
El detonador fue su representación de El martirio de San Mauricio y la legión tebana, una pintura que resultó ser demasiado reaccionaria para la adoctrinadora España de la contrarreforma. Felipe el Prudente deshizo de inmediato su breve contrato con el pintor y, como en toda buena epopeya histórica, el amor por una artesana toledana le animó a hacer las maletas. En Toledo tuvo mejor suerte y cayó en gracia a intelectuales y clero, que le permitieron vivir la época más fructífera de su vida.
El gafe de Toledo
A medida que la popularidad del pintor crecía, Toledo perdía su protagonismo cultural. La Corte se iba de la ciudad y la dejaba en manos de la Iglesia. Las imágenes clericales inundaban poco a poco la industria de la zona, y nuestro pintor daba de comer a su familia gracias a los curas y sus "austeros" encargos. Paradójicamente, algunos de esos lienzos, como El Expolio o El entierro del conde de Orgaz, son el paradigma de un nuevo lenguaje pictórico, nunca antes visto en España. Estas dos se convertirían en las obras más célebres de "el griego", aunque son sólo una pequeña muestra de su profuso ejercicio en suelo toledano.
Lejos de la nueva capital, su muerte pasó casi sin pena ni gloria. No sería hasta el S. XIX cuando se le redescubrió y supuso un resorte en la pintura, influyendo en creadores de la talla de Velázquez y Goya. Su estilo, rebosante de figuras y mezclas imposibles en la paleta de colores, han marcado una reconocible línea en el desarrollo pictórico del S. XX. Un reconocimiento tardío, pero cuyos disípulos no entienden de movimientos ni geografías.
Los cinco sentidos de El Greco
Con motivo de este despliegue de actividades, buceamos en la agenda del aniversario y encontramos homenajes que se rinden ante todos los sentidos. "El año de El Greco" hará las delicias de los incondicionales con exposiciones, conciertos, rutas gastronómicas y restauraciones. Allá van algunas de estas propuestas.
Para la vista, la fundación El Greco 2014 ha preparado una amplia oferta de exposiciones que se alargarán los doce meses del año. Desde aquí destacamos El Griego de Toledo, en la que se reunirán más de 100 obras del pintor en el Museo de Santa Cruz. También se podrán visionar en los llamados Espacios Greco, que son los que conservan los lienzos originales. Es la -sorprendentemente- primera exposición del artista en la ciudad y la mayor jamás realizada. También el Prado será sede conmemorativa con su temporal Biblioteca del Greco, que pretende reconstruir las raíces teóricas y literarias del artista a partir de los libros que estuvieron en su poder. Y para los despistados recomendamos el Museo del Greco de Toledo, que organizará eventos durante todo el año.
Para el oído, la Música del Centenario estimulará a los asistentes con más de veinte conciertos. Contará con escenarios toledanos tan míticos como la Catedral, la Sinagoga del Tránsito, el Teatro de Rojas, la Iglesia de San Pedro Mártir y el nuevo auditorio del Palacio de Congreso. Nos han parecido especialmente originales Las batallas de órganos, donde los mejores organistas europeos competirán tocando el órgano de la Catedral.
Para el gusto y el olfato, su programa gastronómio Saborea Greco. Mesas redondas, recetarios, degustaciones, festivales y concursos culinarios en los que sólo habrá un protagonista: la cocina castellano-manchega. Con esto se pretende convertir a Toledo en un destino gastronómico internacional, en torno a -aprovechando- la figura del Greco.
Para el tacto, se restaurarán varios de los monumentos que acogen obras del Greco, así como algunos de sus óleos. Dos de estos espacios reclaman colaboración en su página web, son la Sacristía de la Catedral de Toledo y el Hospital Tavera. Una oportunidad para implicarse de lleno y conocer de primera mano -nunca mejor dicho- la obra del pintor.
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