Escocia suena a ríos caudalosos descendiendo entre las
piedras, a hojas caídas hacinándose en los establos de un castillo abandonado o
a la quietud de un lago de superficie intacta. A una falda de cuadros
agitándose en lo alto de un acantilado, a la tradición convertida en festival. Se
le añade un sabor medieval de flechas rasgando el viento, cerveza vertiéndose
en una jarra de madera y el silbido del vendaval que hace tambalear una hoguera.
Un halo de aventura gaélica, una pizca de ecos de fantasía, de instrumentos de
viento con tintes mágicos… Y tenemos la banda sonora de Brave.
Y quién mejor que un compositor nativo para canalizar la
esencia escocesa en forma de partitura. El elegir a Patrick Doyle como
encargado de poner ritmo a la decimotercera producción del gigante Pixar
es, al igual que el guión y los personajes principales, una apuesta previsible
y nada arriesgada. Aún así, el camino de la precaución no les ha desviado en
absoluto de la diana.
El otro nombre que se barajaba era el del aclamadísimo
Michael Giacchino, asiduo de la factoría y cuyas composiciones son sinónimo de
solvencia artística. Así lo demuestran joyas musicales de Pixar como Up, Los increíbles
y Ratatouille. Aunque no se desenvuelve en ningún sitio como en el género de
animación, reconoceremos su estilo en varias de las producciones de J.J. Abrams.
Con “Life and Death” de Lost, Super 8 o Alcatraz nos ha mostrado su faceta más madura
y sobrecogedora. Es uno de los compositores del momento, qué duda cabe, y por eso mismo la preferencia por Doyle suscitó polémica entre partidarios y
detractores a partes iguales.
Sea como fuere, la fama del músico escocés le precede. Con
una larga trayectoria, en la que ha cosechado numerosos premios y
reconocimientos, Sentido y sensibilidad, Hamlet, El diario de Bridget Jones,
Harry Potter y el cáliz de fuego y la reciente Thor son algunas de sus mejores obras.
No puede decirse que Brave destaque entre todas ellas, pero lo que es innegable
es que sabe estimular, ambientar y envolver exprimiendo una orquesta en la que
priman los instrumentos de cuerda y las gaitas. Saca jugo a la delicadeza, a la leyenda y al tono trovadoresco, con el mérito de no poder recurrir a los
socorridos pasajes de acción y suspense.
La presencia de piezas vocales es una constante en el
exquisito buen hacer de Patrick Doyle. No sorprende por tanto, que en uno de los
temas principales de la película, la nana “Noble Maiden Fair”, haya una parte
cantada; en cambio, si sorprende que la voz en cuestión sea la de la actriz Emma
Thompson. Es una composición original,
de una sencillez descarada, que apela a la ternura y a la femineidad.
La otra canción que quiero destacar es la de “Touch de Sky”
interpretada por Julie Fowlis (“Volaré” en España). El propio Doyle se encargó
de escribir la letra de las dos canciones que se introducen en la trama para que mantuvieran el sentido de la historia. Terminaré con la versión de
Russian Red que, en mi opinión, no desmerece para nada a la versión original; y
conserva el carácter de un maestro que emociona a través de
pentagramas.
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