Pixar Studios nos ha convertido en esclavos de los
calendarios, impacientes por conocer los prodigios de animación del año. Y es
que la factoría de las maravillas puede enorgullecerse de haber orquestado las
mejores películas del género en las últimas dos décadas, éxitos de taquilla
tales como Toy Story, Buscando a Nemo, Ratatouille o Wall-E.
En un contexto de sospechas sobre más precuelas, secuelas y
productos que hiciesen flaco favor a la originalidad y al talento de la casa,
Pixar recupera el clasicismo de Disney presentando a su primera princesa
protagonista. El cuento de hadas, la moralina y el tono familiar propios de la
compañía de Mickey se entremezclan con la profundidad y el guión reflexivo de
la marca del flexo saltarín. Sin embargo la cinta de Mark Andrews y Brenda
Chapman merece ser analizada individualmente, evitando caer en las
comparaciones odiosas con sus predecesoras y disfrutando de cada una de sus particularidades.
Brave nos sitúa en una frondosa y antigua Escocia y nos
presenta a Mérida, la insubordinada hija de los reyes Fergus y Elinor. Con su
arco y su caballo, la princesa se opondrá tajantemente a las tradiciones, las
normas y la voluntad de su madre, poniendo en peligro la paz entre los clanes
del reino. Una escapada al bosque, un encuentro fortuito y una decisión precipitada
harán que la protagonista saque fuerza de flaqueza, conozca el verdadero valor
y el miedo, e intente arreglar el caos antes de que sea demasiado tarde.
Nos introduce a los protagonistas de una forma acertadísima,
sin dejar hilos sueltos en el complejo entramado de personajes. Toca todas las
fibras posibles, desde la relación de incomprensión entre los dos caracteres
fuertes de la película, Mérida (Kelly McDonald en la versión original) y su
madre (Emma Thompson); hasta el bálsamo cómico representado por las figuras
masculinas del padre (Billy Connolly), los trillizos y los bizarros lores junto
con sus primogénitos.
La cabellera de la protagonista es, a pequeña escala, la
muestra de la espectacularidad, del detalle, del dominio de una técnica que te
absorbe y se te graba en la retina. Pero no dejemos que la tecnología eclipse
una trama, que lejos de ser una apuesta arriesgada, contiene una carga dramática
que nos evoca al Disney más primigenio, más oscuro. La escena en la que Mérida
expone a los cuatro clanes un discurso que le va indicando su madre mediante
señas, es la síntesis perfecta de los valores que pretende aleccionar esta
cinta. Valores como la forja del propio destino, la responsabilidad de los
actos y el abandono de las relaciones más humanas, dosificados entre un humor inocente y relatados de forma liviana. Es una moraleja alejada de los
estereotipos que pecan de sutileza dañando la inteligencia del espectador, y
eso se agradece.
En definitiva, Brave es para dejarse conmover en su connotación
más humana; inundar por el colorido más
imponente; y sobrevolar las majestuosas montañas y lagos al compás de una
maravilla sonora a manos de Patrick Doyle, que nos estimulará por las mágicas
tierras escocesas.
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