Escocia suena a ríos caudalosos descendiendo entre las
piedras, a hojas caídas hacinándose en los establos de un castillo abandonado o
a la quietud de un lago de superficie intacta. A una falda de cuadros
agitándose en lo alto de un acantilado, a la tradición convertida en festival. Se
le añade un sabor medieval de flechas rasgando el viento, cerveza vertiéndose
en una jarra de madera y el silbido del vendaval que hace tambalear una hoguera.
Un halo de aventura gaélica, una pizca de ecos de fantasía, de instrumentos de
viento con tintes mágicos… Y tenemos la banda sonora de Brave.
Y quién mejor que un compositor nativo para canalizar la
esencia escocesa en forma de partitura. El elegir a Patrick Doyle como
encargado de poner ritmo a la decimotercera producción del gigante Pixar
es, al igual que el guión y los personajes principales, una apuesta previsible
y nada arriesgada. Aún así, el camino de la precaución no les ha desviado en
absoluto de la diana.